martes, diciembre 20, 2005

Treinta y tres

Nunca se termina de conocer a las personas.
La casa es grande. En su memoria suenan los Smashing pumpkins con "Thirty Three". Afuera, en el verde, la vida canta otra canción.
Dentro, el joven espera pacientemente. Se siente fuera de lugar, rodeado de antiguas fotografías y otros recuerdos.
El delicado olor del pasado lo envuelve. Por un momento se pregunta si su casa será así cuando el sea viejo y si sus nietos pensaran lo mismo.
Observa el cuarto y se detiene en un álbum de fotos. Reconoce a su abuelo en cada una de las imágenes, pero hay algo que le llama la atención: En casi todas aparece sosteniendo un vaso blanco en sus manos, incluso pueden verse dos grandes caracteres tallados en el cilíndrico objeto.

-"Esas si que son fotos viejas, aunque no tanto como yo". La voz poderosa y ronca del abuelo le hace reaccionar. No le oyó entrar.
-"hola abuelo, mientras te esperaba, revise estas fotografías. ¿Que es lo que tienes en...?".
-"Tranquilo, todo a su tiempo. Hay asuntos más urgentes que tratar ahora. Siéntate, por favor."
De pronto, su voz se suavizo, había algo extraño en su mirada.
-"Escúchame nieto y escúchame bien. Es hora de que sepas ciertas cosas y de que aceptes tus herencias.
Yo soy tu abuelo. Es un titulo imposible de comprar y que se hace fuerte con los años solo con el cariño que existe entre nosotros. Yo soy tu abuelo, pero nuestra sangre no es la misma. Adopte a tu padre hace mucho tiempo.
Soy viejo, más de lo que puedes imaginar. He caminado, demasiado tal vez. Por eso te llame.
Antes de morir tu padre, hice lo mismo que estoy haciendo contigo, estaba sentado en la misma silla y también quiso saber del vaso blanco de las fotos.
Muchas vidas de hombres atrás, mientras cazaba, encontré a uno a punto de morir por las garras de un oso. Logre que el animal huyera, pero era demasiado tarde. Ensangrentado a mis pies utilizo sus últimas fuerzas para señalar un objeto camuflado entre las hierbas, era un recipiente con agua, así que hice lo único que se me ocurrió, le di de beber el líquido. Pasaron cinco, quizás siete minutos y el hombre se levanto, como si nunca le hubiera ocurrido nada. Me regalo el recipiente y se marcho, caminando entre los arbustos.
No tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta de que el líquido que contenía el recipiente no se agotaba, tampoco había que ser un genio para entender que mantenía la vida.
Pero todo eso es historia y a ti te corresponde el futuro. No alcance a dárselo a tu padre, y no pasa un día sin que me pregunte si realmente podría haberlo salvado. Supongo que seguiré haciéndolo, pero eso no es lo importante. Ahora esto te pertenece".
El abuelo le entrega un pequeño bulto envuelto en tela marrón. El lo abre y observa el vaso blanco de las fotografías ahora entre sus manos. Tiene tallado el número treinta y tres.
Abuelo y nieto se abrazan con fuerza. Ninguno de los dos puede contener las lágrimas. Solo uno habla:
-"Feliz cumpleaños Nieto".


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