martes, junio 20, 2006

Copa

Supermercado. Ocho con cuatro minutos.
¿Típica música latosa?, para nada. Por los parlantes suena UB40 con la tranquila melodía de: "Bring Me Your Cup".
El, eligiendo el pan.
Ella, con dos amigas, comprando queso.
Tan solo imaginen la situación: No se conocen. A pesar de vivir relativamente cerca, no se habían cruzado ni una sola vez.
Hasta ahora.
A menos de dos metros de distancia sus miradas chocan y lo demás no importa. Es como si el tiempo se detuviera y no hubieran pasado solo tres segundos. Claro, suena gastado, pero así lo sienten.
Sus amigas lo notan y ríen. Ella se pone nerviosa, el sonríe.
Pero siguen su camino, como si nada hubiera pasado.
¿Pueden creerlo?. ¿Como es posible que no hagan nada al respecto?, ¿como es posible que dejen pasar su felicidad teniéndola tan cerca?.
Bueno, después de todo son capaces de cosas mucho peores.
Por eso estoy aquí, para hacer mi trabajo.
El azar los une en la salida al mismo tiempo (tengo mejores nombres para eso), es entonces cuando entro en acción. Distraídamente choco con ella y las bolsas caen. ¿Sus amigas?, recibieron llamadas al unísono en sus celulares y se alejaron por un momento. El momento necesario para que el, caballerosamente, le ayude.
Eso es todo lo que necesitan, un pequeño empujón.
Antes de despedirse ya han intercambiado números de teléfono y correos electrónicos.
Y se van felices, ambos lo disimulan, pero se sienten más livianos.
Trabajo terminado. De aquí en adelante es cosa de ellos.
Paso el resto del día afinando detalles. Y es que este trabajo no termina. Siempre hay un par más.
Sentado en el café, descanso un momento. El mundo ha cambiado, mi labor no.
¿Puedes traerme una copa? -le pregunto a la mesera-. Ella asiente y se va.
Eso si, he sabido adaptarme a los nuevos tiempos, ¿o creían que iba a andar toda la vida con pequeñas alas en la espalda?. Cambie el arco y las flechas por anónimas y precisas llamadas a celular y distraídos choques con "extraños".
Azar planificado, me gusta esa frase.
Cuando la mesera vuelve, un cliente imprudente pasa rápido por detrás haciéndole perder el equilibrio y quebrando la copa, justo en mi mesa.
"Lo lamento" -dice ella- "fue mi culp...".
No logra terminar la frase, porque se ha quedado atrapada en mis ojos, al igual que yo en los suyos.
"Al fin" -digo en voz baja-.
"Vacaciones".


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