martes, mayo 15, 2007

Hacia las estrellas

El turno acabo hace mas de tres horas, sin embargo el sigue ahí. Arriba de los andamios, en lo alto.
Una vieja guitarra le acompaña entre sus brazos. Sus dedos se mueven suavemente, pero con energía. Las melodías saltan hacia la noche y se pierden entre el silencio.
Ha trabajado todo el día. Sus parpados amenazan cerrándose de vez en cuando. Pero se mantiene despierto, cantando.
Su voz desafía los ruidos nocturnos. Los apaga, los acalla. Y sin saberlo, llama.
Las cuerdas se tensan y sueltan con cada acorde. Una agradable brisa le mueve el cabello y la barba.
Mira hacia arriba. Quizás esta noche lo logre, quizás esta noche las alcance.
El canto se hace fuerte, inmenso. Cada palabra, cada letra es mas hermosa que la anterior y juntas van formando frases llenas de sentimiento y razón.
Entre nota y nota imágenes de su vida se le vienen a la cabeza. Son imágenes de esfuerzo, de trabajo y pasión, de sueños.
Un escalofrío cae por su espalda, pero casi no lo nota. La música es más fuerte.
Piensa en el artista, el creador de la canción que ahora interpreta. Se pregunta si alguna vez llego a pensar en que un humilde obrero le recordaría con cariño, en que se volvería eterno, en que cada golpe, cada bala lo haría mas fuerte. Se pregunta si alguna vez llego a pensar en convertirse en una inspiración para millones, un símbolo de valentía. Si alguna vez soñó con volverse leyenda.
Probablemente no. Los ángeles son así: Fugaces, sencillos.
"Manifiesto" de Víctor Jara, es la canción que sale desde su interior.
Aun no lo sabe, pero a un costado, alguien le observa con atención. Es alguien que escucha atentamente como su creación, su mensaje, continua intacto. Aun en las voces de otros, y aunque haya pasado el tiempo, sigue siendo canción nueva.
No puede contener las lágrimas, ni tampoco los aplausos cuando la última cuerda deja de vibrar. El obrero se gira rápido y lo ve. Es el, esta ahí, a su lado.
El artista le extiende su mano y una vez correspondida, ambos miran hacia arriba.
Una guitarra flota por el aire, como si volara en vez de caer. Su corazón de tierra late con fuerza y las alas de palomita frenan la caída.
Mañana, cuando el turno comience, lo verán descansando en la tierra, con el instrumento fiel a un costado. Pero solo será su cuerpo, pues su alma estará lejos, arriba, en lo alto.
Alcanzando, por fin, las estrellas.


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