martes, diciembre 12, 2006

Sus ojos

La madre, cansada, besa cariñosamente la frente de su único hijo, y eso es todo lo que el necesita para dormir placidamente.
Ella trabaja todo el día, sin embargo, apenas tienen para comer.
Viven en una humilde casa, solitario legado de un esposo que, un día simplemente no volvió. Las discusiones fueron demasiadas y muy grandes. Nunca lo supieron, pero el niño escucho, con el oído pegado a la puerta, más de una pelea.
"Eso es el pasado", piensa ella. Su futuro esta acostado ahora en el cuarto contiguo, soñando el sueño de los inocentes.
Dentro de su hogar, entre las paredes, un pequeño cable lleno de energía se corta y produce una inesperada chispa.
Ella no lo nota, claro, y exhausta cae a la cama durmiéndose inmediatamente. Solo unos cuantos minutos después, despierta sudando. Una potente luz ilumina el cuarto.
Siente el humo, el calor y finalmente el miedo.
Se levanta desesperada. En su mente: su hijo, pero las llamas están por todas partes. Lo último que recuerda antes de desvanecerse es el sonido de un hacha rompiendo su puerta y botas caminando hacia ella.
Mientras, Rodrigo despierta y abre sus ojos. No es el fuego lo que lo sorprende, es el hombre parado a los pies de su cama.
Por un segundo pensó que era su padre, pero esta persona tiene una gran sonrisa en su cara y un aura llena de paz.
No es el.
Aun con sus nueve años, comprende la situación. A su alrededor, todo es rojo y ardiente. Solo una cosa le preocupa.
- "¿Mi Mama, va a estar bien?".
El hombre alza su mano hacia el pequeño, como invitándolo a salir de allí.
-"Te lo prometo".
Los ojos de Rodrigo”, tal como en la canción de Fernando Ubiergo, parecen dos universos. Infinitos y hermosos, se cierran cuando abraza al hombre frente a el.
- “¿La volveré a ver?”.
El hombre no puede evitar soltar una lágrima.
- “Claro que si pequeño. Claro que si”.
Y entre las flamas, lentamente, desaparecen.


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